El juego de serpientes y escaleras
- Valentín E Martínez Rojas
- 23 abr 2021
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 26 may 2023

Ulises y las sirenas
Herbert James Draper
1909
Hace un par de años, cuando Sebastián Erdmenger y yo comenzábamos la licenciatura recibimos una invitación para pertenecer a un partido político. Bueno, a un organismo para jóvenes líderes afiliado al partido. Una especie de cantera para futuros políticos. El lenguaje define la identidad de una comunidad, y los conceptos comunes en esas esferas eran: Dirigente, líder, Secretario, nombramientos, grilla, acuerdos, alianzas, enemigos, traición, …
Nuestra tarea como parte de los organismos donde empleábamos ese vocabulario era sencilla: Asistir a los eventos del partido y demostrar el músculo de algún dirigente; vitoreando su nombre en las pláticas que organizaba para quedar bien con otros dirigentes en niveles superiores en la jerarquía. Básicamente teníamos que hacer parecer que a) tenía más apoyo que b). Que la gente lo conocía más, que tenía un ejército de jóvenes apoyando su espalda, que era querido entre la gente. A cambio nos ofrecían que cuando la escalera de jerarquías subiera nosotros ocuparíamos los puestos que se fueran liberando. Dirigente estatal, nacional, presidente de esto, líder de aquello.
El canto de sirena para atraer jóvenes a los equipos era encantador: Esos puestos otorgaban poder y prestigio. Te convertían en político. Te permitían acceder al lugar donde podrías ocasionar un cambio para mejorar la sociedad. Alimentado por el ego de aquellos jóvenes que más años llevaban en dichos puestos; alcanzar un lugar de liderazgo era atrapar la Snitch dorada.
Como menciona Yael Crupnicoff en su plática para TEDx Rio de la Plata: “Por qué los jóvenes hoy somos activistas”1 Esta generación nació en una “dieta casi estricta de adolescentes que cambian al mundo”, toda la influencia mediática que ha formado nuestro entendimiento de lo cultural y del mundo ha tenido personajes de jóvenes enfrentándose a la tiranía, triunfando. Ejemplifica con las grandes sagas que marcaron nuestra percepción mientras íbamos creciendo: Harry Potter, Juegos del hambre, Divergente, Crónicas de Narnia… Naturalmente entrar a un espacio político donde se podían realizar proyectos tangibles y con recursos era el fruto prohibido que enviciaba la tentación de muchos jóvenes con buen corazón.
Dicho mito presentaba sus sombras reales cuando se enfrentaba a la realidad. Las sirenas eran ilusión. Aquellos que accedían a los puestos altos, se encontraban consumidos por la necesidad de seguir escalando en ese tablero: mientras más alto más intrigas y traiciones se presentaban. Chismes, intereses, infamias, conveniencias. Serpientes y escaleras.
Si a alguno de esos dirigentes en rangos más altos le convenía, escuchaban las propuestas de los jóvenes para realizar proyectos de acción social y liberaban recursos a cambio de poner su imagen y nombre al frente del proyecto. Rara vez esos recursos fueron económicos o relevantes, y rara vez les interesó el impacto a la comunidad que tendrían los proyectos que impulsábamos. Las alianzas, imagen, grupos, grilla, eran el actuar relevante. El saber ejecutar política transitó de organizar a la sociedad y solucionar problemas a ser hábil socialmente. A saber qué decir y a quién. A saber decir con quién te reuniste y de quién tienes apoyo. La política se convirtió en una carrera por contactos y fotografías.
En esa época, Sebastián publicó un artículo titulado “Política de foto”2, donde acuñó un término maravilloso: “Fotocracia”. Refiriéndose al actuar de los jóvenes en dicha comunidad: La manera de hacer política era a través de fotografías.
El joven promesa era fácilmente identificado como aquel que más tuviera en su colección fotografías con figuras públicas del partido. Los eventos se convertían en una competencia; por un lado por ser el político que más fotos le piden, y por el otro, por ser el joven que más pudo encontrar un momento con distintas personalidades para poder retratarse con una cámara. En varios casos no tardó mucho para que aparecieran escándalos de corrupción vinculados a esas figuras públicas.
El tiempo pasó, y hoy, esos jóvenes son candidatos a ejercer algún cargo público. En este proceso electoral la generación nacida entre el año 1990 y 2000 compite por, en la mayoría de los casos, su primer cargo de elección popular. Observando cómo han guiado sus campañas electorales hasta ahora, después de un par de semanas que comenzaron su carrera por el sufragio popular, con tristeza me recuerdan ese amargo sabor: se están construyendo en la Fotocracia. En llenar las calles, los vehículos y a los transeúntes de panfletos y basura promocional donde la cara del candidato se ve en grande. En aparecer en videos sin más propuesta que una cara linda quitándose o poniéndose un cubrebocas explicando porqué lavarse las manos en tiempo de pandemia es importante, o en aparecer en fotografías donde mucha gente camina a su lado, vitoreando su nombre, o otras donde abraza al político que lo apadrina. Las palabras y espacios públicos se utilizan para enlodar la campaña de los contrarios en lugar de explicar proyectos e intenciones. Esta carrera por el sufragio popular se ha convertido – O mejor dicho, se ha mantenido – en un reflejo de la política arcaica, esa que tanto criticamos y juramos destruir todos aquellos jóvenes que entramos a la política con la intención de ocasionar un cambio. No están expresando propuestas para mejorar nada, pero sí están expresando muchas fotografías. Y el problema con eso es que nuestro país hoy más que nunca, necesita propuestas, no fotografías.
Afortunadamente, muchos de esos jóvenes a pesar – O en razón – de la marea política y el contexto social, económico y cultural que vive nuestro país, hoy mantienen ideales altos. Muchos de ellos se han creído que a través de su injerencia pueden ocasionar un cambio. Muchos creemos que un futuro mejor no sólo es posible sino necesario. Y en este momento dónde el horizonte negro que abrumó nuestras mentes con la pandemia empieza a esclarecerse, es momento de iniciar una nueva etapa. En este proceso electoral, muchos de esos jóvenes idealistas alcanzarán lugares de poder. Les pido que no permitan que los vicios forjados con años de política putrefacta influyan su deber actuar para remodelar al país. Es entendible que para muchos es también su primer experiencia en campaña, su primer contacto con la política. Tengan esto claro: Esos vicios son las sirenas que poco a poco han deteriorado al país. Amárrense al mástil. Amárrense a sus ideales. No permitan que su canto las y los seduzca.
Exijamos propuestas, ya vimos demasiadas fotografías. Es hora de terminar ese juego de serpientes y escaleras. Tenemos la oportunidad de ser la generación que cambió al país.
Valentín Ernesto Martínez Rojas
@ValentinMartinezMX
1 Yael Crupnicoff. 2019. Por qué los jóvenes hoy somos activistas. TEDxRiodelaPlata Disponible en línea en: https://www.youtube.com/watch?v=E5hQj2WmvMM
2 Erdmenger, S. 2016. “Política de foto”. La Valata. Disponible en línea en: https://www.valata.site123.me/opinion/pol%C3%ADtica-de-foto
3 Perfil de Instagram: @Ufra.Mir Disponible en línea en:
https://www.instagram.com/ufra.mir/
4 "Global wellbeing & leadership Summit-2021" . Reimagining Society. Modalidad virtual. 13-14 Marzo 2021
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