Incendio.
- Valentín E Martínez Rojas
- 10 ene 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 26 may 2023
@ValentinMartinezMx
Tierra, rocas, el sonido de un riachuelo a cien metros de distancia, pasto, quemado en su mayoría, árboles, que en la sombra lucen frondosos y vivos pero en realidad solo quedaron los troncos y un par de ramas, y el viento choca contra ellos y hace sonar ilusiones donde búhos cantan y algún par de grillos conversan, pero solo son ramas quebrándose mientras el aire limpia los restos de lo que alguna vez tuvo vida. Frío, hoy por fin se siente frio, duró muchos días, hoy cesó. Al menos aquí, a lo lejos se distingue el humo de otro incendio, el cual dibuja en el cielo figuras de monstruos, esos que emergen de las sombras gracias a la impotencia, miedo, frustración, desesperación, y muerte de todo aquello que el violento fuego incinera su paso. Monstruos con forma de humanos. Humanos disparando para cazar, humanos fumando en el bosque, humanos peleando entre sí pretendiendo que es más importante la guerra que la tragedia, humanos desviando la atención para minimizar el ecocidio, para detener la presión que estaban recibiendo para solucionar ese problema.
Estrellas, el cielo aún brilla, se distinguen algunas constelaciones, que curioso, los primeros en verle forma a esos conjuntos de seres centelleantes en el cielo vivieron hace miles de años y a miles de kilómetros, y aún así, siguen las mismas, iluminando. Me pregunto si esos ancestros milenarios voltearon al cielo e imaginaron un escenario donde la única salvación de la humanidad como especie ( y algunos animales selectos) sería encontrar dónde vivir en el cielo. Encontrar un planeta que por lo menos el aire no envenené al humano y haya agua, uno de entre los millones de astros. Me pregunto si imaginaron este escenario en el que toda la vida en el planeta se va a extinguir por que el virus humano fue lo suficientemente destructivo para matarlo. Ese virus que explota al planeta saqueando sus montañas, talando sus árboles, perforando sus mares, asesinando indiscriminadamente a millones de animales por día para satisfacer consumidores, humanos que pagan para recibir entretenimiento, unos nuggets, ropa horrible de piel con sellos de marcas que explotan a otros humanos para producir en masa. Nunca es suficiente, pobre consumidor; vive pensando que alcanzará la felicidad adquiriendo cosas, eso le dijeron que pensara. También le enseñaron el significado de la belleza: “Todo lo que entra en estos parámetros”. ¿Cuáles parámetros? Los que la industria necesite que sean. Todo lo demás carece de valor. ¡No consumidor!, ¡No te acerques a eso!, ¡ Es feo!, ¡No te gusta!, ¡Recházalo! ¡Ignóralo!, ¡Es un esclavo!, ¡Es un negro!, ¡Es un judío!, ¡ Es musulmán!, ¡Sólo son animales!, Que no sienten, que no juegan, que no aman, que nacen, viven y mueren ¡para satisfacerte a ti! Porque todo el planeta está para complacerte. Claro… si puedes pagarlo.
La religión te enseñó, antropocentrista, que el humano fue hecho a imagen y semejanza de Dios para domesticar a todas las especies en su reino, ciego egoísta, tu entendiste dominar en lugar de domesticar. Entendiste que tienes autoridad para abusar de ella en lugar de la responsabilidad de cuidar de ella… Lo entiendo, era más conveniente tergiversarlo, si domesticabas no te hacías rico. Tu ignorancia macabra destruyó el mundo, poco a poco, como un virus; te expandiste, infectaste, y ahora mueres víctima de tu propio egoísmo.
Estrellas, el cielo aún brilla. Algunas de ellas ya muertas, tan lejanas que apenas se volvió visible su luz, pero que dejaron de brillar hace millones de años. Luz que hoy ilumina el bosque quemado que decidimos ignorar, las enormes masas de agua donde alguna vez hubo majestuosas formaciones de hielo donde vivían miles de animales y que hoy no existe más, ignoramos también las erupciones, los terremotos y huracanes. Ignoramos los gritos de nuestro planeta rogando por piedad y un poco de conciencia. ¿Qué importa eso mientras Wall Street esté bien? ¿ Qué importa eso mientras yo viva bien (Al menos el tiempo que me queda)?
¿Qué importa eso mientras “Soy feliz” adquiriendo los productos que fabricaron las manos de miles de personas explotadas con las que tengo más en común que con el puñado de millonarios dueños de esas empresas? Nada, no importa nada. Es un sistema tan bien entretejido que por más que importe, solo son gritos silenciosos emanados del incendio frio de nuestro modo de vida. Porque es más importante la guerra que un incendio. Uno genera riqueza, el otro requiere de ella para solucionarlo. Uno será histórico; habrá héroes, estrategias, relatos, películas, mercancía. El otro será estadística; cuántos animales murieron, cuántas hectáreas se quemaron y cuánto se gastó. Porque al final… ¿ Qué importa Australia si Nueva York está bien?
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