La habitación.
- Valentín E Martínez Rojas
- 21 ago 2014
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 2 jun 2023
El otro día me puse a ordenar mi cuarto –Cosa curiosa por que nunca lo hago –. Mientras sacudía mi cama, salieron kilos de basura, pues son todos los pensamientos malos con los que me voy a dormir, desenfundando mi almohada salieron tesoros, pues son todas las ideas con las que sueño de vez en vez. Al limpiar mi escritorio, descubrí un espacio donde podía ser productivo y al sentarme en mi sillón me di cuenta de todas las aventuras que he vivido y que podría vivir. Muchas veces nos quejamos de la falta de artículos que necesitamos, pedimos ropa, pedimos libros o videojuegos, pedimos unas bocinas que suenen tan fuerte que el viento se confunda con las ondas que generan. Sin embargo no nos damos cuenta del mundo que tenemos en el lugar donde habitamos. Tan lleno de ideas, tan lleno de sentimientos, tan lleno de recuerdos y tan lleno de nosotros. Nos quejamos de no tener todo en el mundo, sin sentarnos a ver que eso ya lo tenemos, que podemos crear las cosas materiales que añoramos con un tiempo que le dediquemos a pensar. Seguí sacudiendo, entre mis objetos olvidados encontré una foto vieja con mi padre cuando participamos en una carrera, encontré también, el juguete que me hacía feliz varios años atrás, ja, era divertidisimo imaginar historias con un pedazo de plástico y crear universos enteros con un peluche. ¿Qué nos ha pasado? ¿Por qué tanta creatividad se quedó olvidada en las cajas de cartón llenas de cosas “inútiles”? ¿En qué momento crecimos y perdimos aquella sonrisa inocente que nos generaban esas cosas?
Encontré una playera, mientras revisaba mi armario, era una que había hecho en un campamento años atrás y que yo juraba que era el último grito de la moda. Podíamos ser lo que quisiéramos, astronautas, bomberos, diseñadores, arquitectos, soñadores. Dejamos ir barras de oro por pedazos de espejos, crecimos. Olvidamos. Me puse a ordenar mi cuarto, encontré al antiguo yo al abrir unas cortinas y a la par encontré al nuevo yo al encender mi ordenador. Prometo ordenar mi habitación más seguido, desempolvar mis sueños antiguos y tal vez, ser el niño feliz, ahora adulto, que solía ser. – inténtenlo, es divertido–.
—E
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